Las Canarias, siete manchitas salpicadas sobre 480 km en medio del vasto Atlántico y un puñado de puntitos de menor importancia. Sin embargo estas islas volcánicas solitarias abarcan tal variedad de características que fácilmente evocan las playas de Bali o más montañas de Nepal, el fuego del infierno de Hades o los campos de pasturaje de Irlanda.
Para saber exactamente donde nos encontramos hay que aspirar hondo y sentir el olor del mar que se mezcla con el perfume de las flores tropicales. Hay que escuchar la música alegre y suave y el idioma que hablan. Hay que saborear un plato de pescado frito, recién sacado del mar o un plátano acabado de llegar de una plantación. Hay que sentir la delicia de la arena caliente o más bien tibia, al hundir lo spies en ella o de la suave espuma al caminar por la orilla de la playa o la incomodidad de montar a horcajadas en un camello que arrastra las pezuñas al caminar. Hay que perderse por los caminos de los viñedos o bajar y entrar a un cráter.
Las islas afortunadas como han sido denominadas desde la Antigüedad deben la fama que tienen a su situación geográfica y al clima que reina en esa zona. Se encuentran ubicadas muy cerca de la costa africana y con la ayuda de vientos favorables, los canarios cosechan frutas y verduras durante todo el año para las mesas de Europa.
También son la tentación de millones de turistas que escapan de climas menos favorables. Y todavía queda muchísimo más por hacer: siete islas principales y seis islas pequeñas se suman a un área que es más grande que las Hébridas o algo más chica que Puerto Rico.
Les tomó a los españoles la mejor parte del siglo XV para poder conquistar a los habitantes de la Edad de Piedra de todas las islas. El archipiélago nunca fue tratado como colonia y fue integrado a España. en la actualidad se encuentra dividido en dos provincias cuya administración reside en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. La población total es de aproximadamente 1.3 millones de habitantes.
Si bien es cierto que se fomenta la cultura local y que los Guanches que vivían en las cavernas han sido idealizados los canarios hablan español (con un acento de tono musical).
Aparte de esto no cabe generalizar. Cada isla tiene sus propias dimensiones y su propio carácter. Tenerife, la más grande es tan encantadora como cualquier paraíso tropical, salvo en lo que se refiere a las zonas volcánicas y al Pico del Teide que tiene 3718 m de altura.
En Gran Canaria hay numerosas playas y mucha vida nocturna pero (como Tenerife) cosecha esos famosos plátanos y tomates.
Lanzarote probablemente evoque el recuerdo melancólico de catástrofes volcánicas pero es esplénidamente negro y hermoso y cuenta con muchísimas playas.
Fuerteventura está muy cerca del Sahara y se parece a este último.
Gomera, el punto de parada favorito de Colón está tan lleno de colinas que los isleños se comunican de peñasco a peñasco en un idioma único de silbidos.
La Palma probablemente es la más hermosa de todas, verde y fascinante, pero su ritmo es lento para algunos turistas.
El Hierro la más pequeña y menos desarrollada de todas las Islas Canarias queda reservada estrictamente para placeres simples. Es una isla de refugio que puede muy bien pretender ser el fin del mundo.
Cualquiera que sea la isla que escojas no dejes de ver y de vivir el folklore local; echar una mirada a la artesanía y por supuesto, pruebe sus diferentes platos. Trate también de visitar una o dos de sus islas vecinas.
Las Islas Canarias significan algo más que un estupendo bronceado de sol en invierno.