Por la Puerta del Perdón y las históricas Gradas Altas, donde está el Señor de los Ahorcados, patrón in extremis de la picaresca, volvemos a la plaza de la Virgen de los Reyes. El conventillo de La Encarnación resplandece aquí con su gracias de palomar, celosías y españada de cal tan blanca que azulea. Completa el cuadro la más bella fuente monumental de Sevilla, obra del contemporáneo José Lafita. Cierran el recinto La Giralda y el Palacio de los Arzobispos, sólida construcción de anchos flancos, profuso balconaje, buhardillones y tejas árabes asomando al alero. La gran portada de piedra, desde los hierros de la doble cruz patriarcal que la remata, despeña su barroquismo hasta enrasar con los umbrales.