La calle de las Sierpes

Vedada al tránsito, soleada en invierno, sesterna en verano a la sombra dorada de sus toldos, desde la segunda mitad del XVI, la Calle de las Sierpes es un placentero y bullicioso palenque de toda suerte de transacciones, mentidero del ocio y salón de los pasos perdidos de Sevilla. Calle de ritmo lento y conversación saboreada en corros. Los amables cafés del siglo XIX quedaron ya casi en su totalidad expugnados por casinos y oficinas bancarias. Tiendas de naiperos y espaderos entre aquéllos el señor Pierres Papin.
Casi embocando en la plaza de San Francisco, la Cárcel Real hoy inmueble incorporado al número 91. Cervantes engendra en ella al mejor de sus hijos.
Desviémonos un momento por la calle Jovellanos hasta la capillita de San José labrada por el viejo gremio de carpinteros. Un templo minúsculo y rico como un dije. Contemplándolo con delectación le oímos decir a García Lorca, cierto día: “Esto es un barroco de cámara”.

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