Pero antes de dirigirnos a la entrada de la gran Basílica hispálense, merece la pena registrar aquí algunos notables pormenores urbanísticos. Por demolición de edificaciones sin interés artístico se ha abierto en la misma Plaza del Triunfo una nueva vía a espaldas del monumento a la Inmaculada. Se rotula de la Alcazaba y permite al transeúnte orientarse prontamente hacia el corazón del barrio de Santa Cruz, la antigua judería. Ceñida a las murallas del Alcázar, ofrece un aspecto pintoresco, noble y recogido, permitiendo seguir la contemplación de dichas murallas, sin soluciín de continuidad alguna, desde la puerta del León a la terminación de la calle de Rodrigo Caro, antaño llamada del Atambor. La calle Alcazaba desemboca en la recoleta Placita de La Alianza, desde donde puede alcanzarse una de las más encantadoras visiones de la Giralda. Allí asoma, al fondo del caserío, sobre los naranjos que perfuman la primavera. Las murallas del Alcázar, en toda la parte de este recinto de que queda hecha mención, han sido restauradas, poniéndose al descubierto los vetustos sillares de piedra de su aparejo, una vez levantado el antiestético revoque de mortero que los cubría. En el tramo de la calle de la Alcazaba, los derribos pusieron de manifiesto una bellísima puerta, hoy cegada, que se reputa obra de almohade.
La calle Alcazaba hoy se llama. Joaquín Romero Murube.