Ciudad portuaria, capital y ciudadela de la cultura de la lengua portuguesa. Los lisboetas están orgullosos de su Lisboa. Aman su ciudad con cierto distanciamiento, lo que le da un aire cálido. En realidad son sus pobladores y no algún monumento los ue hacen inconfundible la capital del Tajo.
Con sus 1.100 km de longitud, el Tejo (nombre protugués del Tajo) es el río más largo de la península ibérica. Poco antes de su desembocadura se vierte en el Mar da Palha (mar de Paja) el mayor puerto natural del Atlántico. Desde ambos puentes o durante una navegación en el transbordador a la orilla sur, a Cacilhas, se muestra la magnífica disposición de la ciudad con sus mejores galas: Lisboa se extiende hacia el Tajo como una platea hacia el escenario.
El encuentro del hombre con el mar aquí ha hecho historia. Unos capitanes se hicieron a la mar, descubireron océanos y continentes y abrieron las puertas de la Edad Moderna. Lisboa sustituyó a Venecia como ciudad más rica de Europa. Pero junto al Tajo, a diferencia de Venecia, hay pocos palacios testigos de la epoca gloriosa; un terremoto los destruyó a casi todos en 1755. Pero lo que quedó vivo es una mezcla de gentes sin igual. En las caras de los lisboetas se refleja el pasado determinado por la mezcla, no por la delimitación. Han encontrado su plasmación en lo íbero, celta, fenicio, romano, germánico, moro, árabe, africano, indio y extremo oriental.
Los autóctonos y su convivencia: es divertido comprobar cuán cargado de sentimiento está todo. Todo visitante lo experimentará. Este es el material básico de la ciudad. La luz del sol en las fachadas hace brillar las calles, aromas poderosos de ajo y sardinas asadas recorren los callejones y hacen las bocas agua. También los sonidos hacen lo suyo, como la flauta de pan de los afiladores o el ondear y restallar de la ropa en los balcones.
Un recorrido urbano lo llevara a los puntos destacados como la torre de Belém o el Castelo Sao Jorge, pero sólo percibirá la Lisboa profunda si se deja llevar y seducir porel encanto de la ciudad. Toda la ciudad tiene su nimbo y el de Lisboa incluye, aparte de su romanticisimo, algo pobretón. Pero la pobreza que cayó sobre la ciudad y todo el país durante la decadencia de un imperio y la dictadurade Salazar (1933-1964) parece vencida desde la incorporación de Portugal a la UE.
Lisboea se presenta a los casi dos millones de visitantes que llegan cada año a ell como un ametrópoli moderna, cosmopolita en la que lo viejo y lo nuevo han establecido una relación armoniosa.
Un buen plan es recorrer la ciudad con el tranvía de anticuario Eléctrico 28. Lo mejor es partir desde el barrio de Graca.