Para los alemanes, todo lo agradable, lo íntimo, lo sencillo es gemütlichkeit. Basta con observar los escaparates de cualquier ciudad alemana para descubrir ese gusto recoleto y casi ingenuo por los objetos hogareños: velas de colores, mantelerías floridas, todas esas cosas diminutas que producen sensación de gemütlichkeit. Son grandes compradores de sillones acolchados, alfombras y todos los objetos que hacen al confort hogareño. El gran invento doméstico es el edredón esa manta super acogedora que ya es frecuente en todo el mundo.
El alemán arrastra la vida hogareña fuera de su casa; vive el hogar como si fuese un paraíso.
Tienen un estilo directo y desconfían de la ambigüedad y los rodeos. Es el país que más filósofos ha dado, más que durante el siglo de Pericles. El sueño de todo alemán es llegar al fondo de las cosas, le apasionan las verdades filosóficas y bucean en la interioridad o en el ser interior. La ‘interioridad’ fue el gran aporte de la teología luterana y el gran descubrimiento de Kant, Fichte, Hegel, Bach y Wagner. Los pilares del pensamiento alemán son el sentimiento íntimo y sincero de la vida mesurada y mensurable.
La música es la afición más arraigada en el alma de este pueblo, quizás porque el luteranismo eliminó las imágenes de la religión, el pueblo se volvió hacia la música.