Tenerife es la isla más grande de las Canarias en extensión pero no la más poblada; es todo un mundo en una isla. En el transcurso de un día se peuden recoger plátanos, tirar bolas de nieve, nadar en el Atlántico, subir ala montaña y también ir a al Ópera.
Los superlativos de Tenerife comienzan verdaderamente en la cumbre: el Teide, la montaña más alta de toda España, ha maravillado a los viajeros desde tiempos antiguos. Inclusive hoy, cuando es posible subir a lo alto en una cabina teleférica, el Teide con su cumbre nevada conserva su misterio; siempre presente, siempre visible, parece imponente y caprichoso.
Las delicias de tipo terrestre de la Isla de Tenerife son también impresionantes. Hay tal profusión de flores, de variedades tan exóticas, que llaman a todos los sentidos.
Al sur de la isla, semeja una isla volcánica en medio de un desierto con formaciones rocosas irregulares y pedazos de lava fría, esparcidos desordenadamente. Sin embargo al otro dlado de Tenerife: kilómetros y kilómetros de campos verdes de plátanos, tomates, papas, laderas de montañas cubiertas de hayas, eucaliptus y pinos; una milagrosa fertilidad lograda gracias al agua y a los siglos de duro trabajo.
La línea de costa es tan variada como el interior. Se puede escoger entre arena negra, arena gris, arena dorada, rocas, precipicios, playas mansas o cabos salvajes.