Al igual que San Francisco, Santo Domingo viaja a Santiago de Compostela en 1220 a postrarse ante el Apóstol e instituye aquí una comunidad de dominicos. El apelativo de “Bonaval” brota de la leyenda de Juan Tuorum que mientras era conducido a la horca invoca a la Virgen que lo libre de la infamia del suplicio (había sido condenado injustamente) con la frase “Ven a valeme” cayendo muerto a sus pies. Muy próximo al Convento está el pórtico de Bonaval, donde se venera a la Virgen aludidad.
De las capillas situadas detrás de la reja, destaca la dedicada a la Virgen del Rosario; en el lado Sur, la capilla de San Jacinto con cúpula pétrea de Gaspar de Arce, y en una de las capillas del lado Norte está el Cristo del Desenclavo de Ferriro; al lado está el acceso al Panteón de Gallegos Ilustres, donde están enterrados: Alfredo Brañas, Ramón Cabanillas, Asorey y Rosalía, la insigne poetisa gallega que supo cantar los más puros sentimeintos del sentir gallego, y merecedora de todos los elogios que se podrían resumir en el homenaje que el poeta Curros Enríquez le dedicó a la hora de su muerte.